Por Alejandro Martínez Cuartas e Isabel Estrada Vaquero
En un entorno cambiante, con curvas de maduración de productos cortas, con tecnologías de la información y comunicaciones que facilitan una transferencia de conocimientos rápida; la innovación pasa a ser un “must”. En el editorial anterior resaltábamos la importancia de la innovación para las organizaciones y la obligatoriedad de destinar recursos al I+D para poder sobresalir y sobrevivir en el mercado.
Innovar no es solo llevar al mercado nuevos productos, también es importante la innovación en procesos, metodologías de trabajo, apertura de mercados, estructuras organizativas, publicidad, entre otros. En realidad debemos buscar innovar en todo aquello que hacemos de forma que incremente las capacidades distintivas y el valor percibido de nuestros productos y servicios.
Aunque la financiación y presupuestos se han reducido a causa de la caída de la demanda con la crisis de los últimos años, modelos de innovación abierta como los propuestos por Henry Chesbrough (Open Innovation) y Eric Von Hippel (Democratizing Innovation) ofrecen alternativas a todas las organizaciones.
La innovación abierta busca romper las fronteras internas de una organización, en recursos y conocimientos, y apoyarse en otras organizaciones (incluso la competencia), para desarrollar, diseñar y poner en marcha éstas. Con este modelo se busca reducir costes y esfuerzos acortando los periodos de investigación e incrementando el éxito de los desarrollos. En este número recogemos artículos y opiniones de autores en relación análisis estructurales sobre los impactos de la crisis en las economías de la región y estudios sobre el uso de herramientas para mejorar la gestión y facilitar la innovación y/o aumentar el valor añadido.
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